jueves, 7 de octubre de 2021

Ocho relatos de Edgar Allan Poe con comienzos deslumbrantes



Son muchos los relatos que han atrapado a un lector por lo atractivo de sus primeras líneas. Poe fue un maestro de esta técnica. Sus cuentos suelen iniciar con frases envolventes que en ocasiones exponen breve y directamente el asunto a tratar, pero en otras son filosóficas o simplemente tan incomprensibles como atrayentes. Una vez iniciada la lectura de un relato de Poe, ya no se deja hasta llegar al siempre impactante final.
Otros escritores han retomado esta idea siendo tal vez Lovecraft quien mejor lo consiguió; sin embargo Poe continua siendo el rey indiscutido en lo de atrapar lectores desde la primera línea. Estos son ocho inicios de relatos de Poe que una vez leídos obligan a leer todo lo que sigue.

1) Sombra (1835)
Ustedes que me leen, están todavía entre los vivos. Yo, que ahora escribo, estaré, desde hace mucho tiempo, en viaje por la región de las sombras. Porque, en verdad, sucederán cosas extraordinarias. Muchas cosas secretas serán reveladas, y pasarán muchos siglos antes de que estas notas sean revisadas por los hombres. Y cuando estos las hayan visto, unos no creerán, otros dudarán de ellas y pocos hallarán materia de meditación en los caracteres que con un estilete de hierro grabo en estas tablillas.


2) Berenice (1835)
El infortunio es múltiple. La desdicha sobre la tierra, multiforme. Dominando el vasto horizonte cual el arcoíris, son sus matices tan varios como los de ese arco, tan claros también, e incluso tan íntimamente mezclados. ¡Dominando el vasto horizonte cual el arcoíris! ¿Cómo he podido obtener de la belleza un tipo de fealdad? ¿Cómo del pacto de paz, un dolor semejante? Pero lo mismo que en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en la realidad, de la alegría nace la pena, bien porque el recuerdo de la felicidad pasada forme la angustia de hoy, bien porque las angustias que son tengan sus orígenes en los éxtasis que pueden haber sido.

3) Silencio (1838)
-Escúchame -dijo el demonio, colocando su mano sobre mi cabeza-. La región de que te hablo es una región lúgubre. Se halla en Libia, junto a las orillas del Zaire. Allí no se encuentra descanso ni silencio.

 
4) William Wilson (1839)
Permítaseme, por el momento, llamarme William Wilson. La blanca página que ahora está ante mi no debe ser manchada por mi verdadero nombre. Ha sido este ya con exceso objeto de desprecio y de horror, de abominación para mi estirpe. ¿No han divulgado su incomparable infamia los indignos vientos por las más distantes regiones del globo? ¡Oh, el más abandonado proscrito de todos los proscritos!, ¿no has muerto por siempre para la tierra, para sus honores, para sus flores, para sus doradas aspiraciones?

5) Eleonora (1841)
Provengo de una estirpe que se ha distinguido por el vigor de su fantasía y el ardor de su pasión. Los hombres me han llamado loco; pero no está esclarecida la cuestión de si la locura es o no es lo sublime de la inteligencia, de si buena parte de lo que es glorioso -todo lo que es profundo- no surge de una dolencia del pensamiento, de unos modos del espíritu exaltado a expensas del intelecto general.


6) El corazón delator (1842)
Confieso que soy nervioso. Tremendamente nervioso. Lo fui siempre y lo sigo siendo. Pero ¿por qué dicen que estoy loco? La enfermedad aguzó mis sentidos, pero no los ha destruido ni embotado. Sobre todo tenía un oído agudísimo. He escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra y bastantes del infierno. ¿Cómo, entonces, puedo estar loco? Atención. Observen con cuanta cordura y con cuánta calma puedo contarles toda la historia.

7) El gato negro (1842)
No espero ni solicito crédito para el muy extraño y, sin embargo, muy vulgar relato que me dispongo a transcribir. Tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a aceptar su propio testimonio, habría de estar realmente loco si así lo creyera. Pero no estoy loco, y estoy seguro de que no sueño. Y no obstante mañana moriré y hoy quisiera aliviar mi alma. 

 
8) El barril de amontillado (1846)
Había soportado lo mejor que pude las mil injurias de Fortunato, pero cuando llegó al insulto, juré vengarme. Ustedes, que conocen tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegarán a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, sería vengado. Este era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando este deja de dar a entender, a quien lo ha agraviado, que es él quien se venga.

Bonus:
''Tú has sido'' (1844)
Voy a representar el papel de Edipo en el enigma de Rattleborough. Voy a exponerles -como sólo yo sé hacerlo- el secreto de la tramoya que produjo el milagro de Rattleborough, el único, el verdadero, el reconocido, el indiscutible, el indisputable milagro que puso fin de manera definitiva a la incredulidad entre los habitantes de Rattleborough y convirtió a la ortodoxia de las abuelitas a todos aquellos profanos que se habían atrevido a mostrarse escépticos.
 
Conclusión: Hay que leer a Poe.

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