jueves, 29 de diciembre de 2022

Recuento de lecturas 2022



Un año más se termina y es hora de hacer recuentos. En el plano literario, no fue un gran año para mí. Leí poco y de forma muy espaciada, aunque ciertamente descubrí algunas obras y autores muy interesantes. También me moví por géneros poco afines, mas supongo que fue una consecuencia natural de lo extraño que resultó este año. Acá la lista de mis lecturas.

Jerusalén (Selma Lagerlof)
Pórtico (Frederik Pohl)
Las ventajas de ser un marginado (Stephen Chbosky)
Hijo de hombre (Leonid Andréyev)
Sinuhé el egipcio (Mika Waltari)
Miguel Strogoff (Julio Verne)
El mundo de los NO-A (A.E. van Vogt)
Distinto (Eugene O’Neill)
Los jugadores de NO-A (A.E. van Vogt)
El gueto de Varsovia (Mary Berg)
Lo mejor de Henry Kuttner, volumen 2; comprende los relatos: 
  • Hubo una vez un gnomo
  • La gran noche
  • Sólo pan de jengibre
  • El patrón hierro
  • Guerra fría
  • De lo contrario…
  • Cesión de beneficio
  • Problemas de alquiler
  • Lo que necesita
  • Absalón


Terra nostra (Carlos Fuentes)
Pinocho (Carlo Collodi)
La naranja mecánica (Anthony Burguess)
De aquí a la eternidad (James Jones)
El final del verano (Algis Budrys)
Mi lucha (Adolf Hitler)
Zurzulita (Mariano Latorre)
Estación de tránsito (Clifford D. Simak)
El wendigo (Algernon Blackwood)
Mi biografía (Charles Chaplin)
Louise Brooks: La creación de un mito (Carmen Guiralt)
Cuentos completos de Philip K. Dick, volumen 4: Los días de Perky Pat; comprende los relatos: 
  • Automación
  • Servicio de reparaciones
  • El cliente perfecto
  • El modelo de Yancy
  • El informe de la minoría
  • Mecanismo de recuperación
  • La M no reconstruida
  • Nosotros los exploradores
  • Juegos de guerra
  • Si no existiera Benny Cemoli...
  • Acto de novedades
  • La araña acuática
  • Lo que dicen los muertos
  • Orfeo con pies de arcilla
  • Los días de Perky Pat
  • Cargo de suplente máximo
  • Qué haremos con Ragland Park
  • Oh, ser un blobel


En cuanto a trabajos literarios propios, no anduve nada bien. A comienzos de año digitalicé el primer capitulo del borrador de mi proyecto de novela de ciencia ficción, y eso fue todo respecto a ella. Tengo un gran bloqueo de escritor.
Sin embargo, por fin conseguí escribir un cuento completo. Aún lo tengo en papel, pero está terminado. Ciencia ficción apocalíptica ambientada en Londres. 
A mediados de año terminé un proyecto que realmente me enorgullece: Una antología-recopilación cronológica de todos los cuentos de vampiros del siglo XIX. Fue un trabajo arduo, pero me alegra haberlo hecho. 
Finalmente, escribí mi primer fanfic. Llevo años leyendo fanfiction pero nunca me atreví a escribir uno, hasta ahora. Lo publicaré apenas consiga suscribirme a un sitio de ficciones. 

Nota para mi año como lectora: 48/70.

jueves, 8 de diciembre de 2022

El gran león de Dios (Taylor Caldwell)


La escritora británica Taylor Caldwell (uno de los seudónimos de Janet Miriam Holland Taylor Caldwell) goza de bastante popularidad entre los lectores cristianos. Sus novelas histórico-biográficas Médico de cuerpos y almas (1960, sobre San Lucas), El gran león de Dios (1971, sobre San Pablo) y Yo, Judas (1977, sobre Judas Iscariote) son muy apreciadas por el sector católico. El gran león de Dios es la mejor novela de esta trilogía bíblica, y quizá la obra maestra de su autora.
 
Resumen
Saulo, hijo de una antigua y adinerada familia judía de Tarso, busca a Dios desde su infancia. Una temprana desilusión amorosa y la muerte de su hermosa madre, convierten tal búsqueda en una obsesión rayana en la locura. Tras negarse a tomar esposa, Saulo marcha a Jerusalén, donde ve a Jesús y siente su poder. Saulo lo toma por un brujo y un falso profeta, y no cambia de opinión ni siquiera cuando gente cercana a él acepta a Jesús. 
El desprecio de Saulo se transforma en odio a medida que Jesús adquiere renombre. Tras la Crucifixión, Saulo ve nacer el cristianismo; su hermana y otros parientes se convierten a la nueva religión, y él lidera las primeras persecuciones contra los cristianos. Surge un mártir, y el celo religioso de Saulo lo lleva a perseguir y arrestar a los cristianos de otras zonas. Pero en el camino hacia Damasco tiene lugar la más espectacular e inesperada de las conversiones.
Rechazado por los primeros cristianos, Saulo, ahora llamado Pablo, entiende que su misión es convertir a los gentiles, iniciando sus viajes de evangelizador. Empero, durante su ausencia la separación entre judíos y cristianos toma un cariz dramático y sangriento.

Realmente disfruté esta novela que llegó a mí de forma casual. Allá por los años 90, durante un viaje familiar en ferrocarril, mi padre la compró en una estación. Comencé a leerla durante el viaje y seguí leyéndola al regresar. La releí algunos años después y continuó gustándome. 
Caldwell presenta al hombre detrás de San Pablo, el más intenso y docto de los apóstoles del cristianismo primitivo. Lo presenta con sus flaquezas, errores y pasiones; con su amor hacia Dios y su desprecio del mundo; con su intolerancia, sus pesares y dudas. 
La descripción del ambiente y de los muchos y diferentes personajes es amplia y precisa, hecha con un lenguaje impecable. Tarso, Jerusalén, Damasco y Antioquia, con sus calles atiborradas de comercio y gente de todas las razas y religiones orientales; las agradables casas de los judíos opulentos y las pequeñas viviendas de los primeros conversos; Lucas, Pilatos, José de Arimatea y el rabino Gamaliel; las crucifixiones, el Templo, la lapidación de Esteban, la conversión de Saulo… Caldwell da vida y emotividad al conjunto, haciendo que el lector se sienta realmente trasladado a los primeros años de la era cristiana, un época convulsa que definiría el camino de la Historia. Sobre todo, me conmovió SPOILER la masacre de judíos y cristianos perpetrada por los romanos en la gran sinagoga de Tarso, donde la familia de Pablo y varios de sus amigos perecen de un modo cruel. FIN DEL SPOILER. 
Lo único que me desagrada de El gran león de Dios es su catolicismo de manual. Las imágenes de la otra vida, así como la descripción de María de Nazaret y su destino, desentonan bastante. Algunos lectores se quejan del aspecto ario de los personajes, mas para mí, que crecí con las películas bíblicas clásicas, no fue un problema en absoluto.

Citas
''Todo exultaba en Dios y Lo reconocía…, excepto el hombre. Todo obedecía implícitamente Su menor orden…, excepto el hombre. Todo vivía en belleza…, excepto el hombre. Todo se inclinaba ante Él, existiendo sólo en Él…, excepto el hombre. El hombre era un proscrito, el rebelde, la imagen distorsionada que asolaba la tierra, la voz que silenciaba la música del Edén, la mano que se alzaba con obscenidades y blasfemias. El hombre era el paria, el leproso moral en este traslúcido espejo del cielo. El que ensuciaba las aguas de cristal, el que despojaba los bosques, asesinaba a los inocentes y desafiaba a Dios.''
''La vida es una enfermedad de la que no nos recobramos, pero por la que estamos mortalmente heridos.
'' 
''Es extraño que los que amamos sean siempre desconocidos para nosotros, sólo comprendidos por otros seres… ¿Acaso con ello nos recuerda Dios que no poseemos a nuestros hijos, que sólo les damos su carne, y que nunca debemos reclamarlos, sino dejarlos ir? Sus almas pertenecen a Dios y no a nosotros. Es triste ser padre.''
''El dolor de vivir es mucho peor que el dolor de morir, y todo dolor es inevitable.'' 
''¿Has vivido tanto tiempo y aún no has descubierto que es imposible que el hombre comprenda a Dios?''
''Un hombre no debe ser enteramente del mundo, a menos que pierda su alma, ni debe ser enteramente del espíritu, a menos que pierda su humanidad.'' 

Lo mejor: La descripción del paisaje y la conclusión de la historia, completamente acertada.
Lo peor: Quizá el obvio catolicismo.
Conclusión: Novela rápida y agradable de leer. La recomiendo a los interesados en la novela histórica y bíblica.  

jueves, 24 de noviembre de 2022

Requiescat (Oscar Wilde)



Requiescat

Pisa ligeramente, ella está cerca,
bajo la nieve;
habla suavemente, ella puede oír crecer las margaritas.

Toda su brillante cabellera dorada
está empapada por la herrumbre;
ella, que era joven y bella,
se ha convertido en polvo.

Semejante al lirio, blanca como la nieve,
apenas sabía
que era mujer,
tan dulcemente había crecido.

Las tablas del ataúd y una pesada losa
se apoyan sobre su pecho;
mi solitario corazón está afligido;
ella descansa en paz.

Silencio, silencio, ella no puede oír
la lira o el soneto;
toda mi vida está enterrada aquí,
amontonen tierra sobre ella.


jueves, 10 de noviembre de 2022

Ricardo III (William Shakespeare)


Simplemente mi tragedia favorita de Shakespeare. Después de leerla por primera vez, quedé fascinada con el tema. Estudié la historia de la monarquía medieval inglesa y la guerra de las dos rosas, con un examen detallado a las genealogías de los Lancaster y los York, y luego, ya mejor informada, volví a leer el grandioso drama. Disfruté cada línea de diálogo por el triple. 
¿Se trata de una difamación? Posiblemente, mas Shakespeare difama de un modo soberbio. 

Resumen
La obra es la cuarta parte de la tetralogía sobre Eduardo VI. La acción inicia en 1471 con la muerte del rey Eduardo y finaliza en 1485 con la muerte de Ricardo III, hermano del anterior. 
Ricardo, celoso de sus hermanos y hambriento de poder, se abre paso hacia el trono de Inglaterra mintiendo, seduciendo, manipulando y asesinando a conveniencia. Su gran don de palabra compensa en parte su deformidad física y moral, ayudándole incluso  a conseguir el apoyo de algunos enemigos, y hasta a Ana Neville, quien perdiera a su padre, su marido y su suegro a manos de Ricardo. 
El sanguinario y cruel Ricardo parece asentado en el trono una vez asesinados o desterrados todos sus posibles adversarios, pero la sublevación inicia entre sus propios adeptos. Abandonado por todos, Ricardo debe pagar por sus crímenes como ya hicieron los otros Lancaster y York. 

Ricardo III fue un producto de su era y clase social. En la edad media las casas señoriales se desangraban mutuamente en los campos de batalla, para más tarde intentar la paz mediante matrimonios cruzados que sólo acarreaban mayores problemas dinásticos y personales en la siguiente guerra por el poder. La historia de los Lancaster y los York es el gran paradigma de tal sistema, un compendio de crímenes, traiciones, sediciones y usurpaciones escrito con sangre y lágrimas. 
Es claro que Ricardo III fue un hombre malévolo y cruel, pero no hasta el extremo que afirma Shakespeare. El autor le cuelga todos los crímenes posibles, desde el fratricidio, al matar a sus hermanos, al incesto, al pretender casarse con su sobrina Isabel. Pero también es claro que el Ricardo III de Shakespeare es un personaje más portentoso que su homónimo histórico. Casi igual pasa con el resto de personajes y situaciones. 
La tragedia abunda en falsedades históricas; Shakespeare trastrueca acontecimientos, acumula desastres, quiebra el tiempo. Y todo ello adrede, con la intención de crear una obra de enorme belleza y fuerte contenido moral. Al final el mal no triunfa, no puede triunfar, y el que pasó por sobre leyes humanas y divinas para obtener la corona real, ahora está dispuesto a darlo todo a cambio de su miserable vida. 

El personaje
Ricardo es odioso y fascinante por igual. Lo tachan de demonio, perro, aborto puerco… Es cojo y jorobado, y él mismo reconoce su falta de atractivo, usándolo como excusa para su maldad:

''… yo, groseramente construido y sin la majestuosa gentileza para pavonearme ante una ninfa de libertina desenvoltura; yo, privado de esta bella proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida Naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este latente mundo; terminado a medias, y tan imperfectamente y fuera de la moda, que los perros me ladran cuando ante ellos me paro… ¡Vaya, yo, en estos tiempos afeminados de paz muelle, no hallo delicia en que pasar el tiempo a no ser espiar mi sombra al sol, y hago glosas sobre mi propia deformidad! Y así, ya que no puedo mostrarme como un amante, para entretener estos bellos días de galantería, he determinado portarme como un villano y odiar los frívolos placeres de estos tiempos. He urdido complots, inducciones peligrosas, valido de absurdas profecías, libelos y sueños, para crear un odio mortal entre mi hermano Clarence y el monarca.''

Por un tiempo Ricardo parece victorioso, pero el recuerdo de sus muchos crímenes cae de pleno sobre sobre él cuando los fantasmas de sus víctimas lo visitan en vísperas de la batalla decisiva por el poder:

''¡Mi conciencia tiene millares de lenguas, y cada lengua repite su historia particular, y cada historia me condena como un miserable! ¡El perjurio, el perjurio en más alto grado! ¡El asesinato, el horrendo asesinato, hasta el más feroz extremo! Todos los crímenes diversos, todos cometidos bajo todas las formas, acuden a acusarme, gritando todos: ‘¡Culpable! ¡Culpable!’ ¡Desesperaré! ¡No hay criatura humana que me ame! ¡Y si muero, ninguna alma tendrá piedad de mí! ¿Y por qué había de tenerla? ¡Si yo mismo no he tenido piedad de mí!'' 

El estilo es elegante y fácil de leer. Hay algunos juegos de palabras y varios duelos verbales, recurso teatral que siempre he amado. El diálogo entre Ricardo y Ana es exquisito. Ella empieza maldiciéndolo con odio para luego acabar aceptando su propuesta matrimonial de buen grado. También la breve lucha verbal de Ricardo y su madre, quien resulta victoriosa, así como el diálogo final entre Ricardo y la reina Isabel, a quien parece convencer de aceptarlo por yerno. Las mujeres tienen grandes líneas en esta obra. De hecho, casi todos los personajes poseen su gran momento. 

Lo mejor: La historia, los personajes, los diálogos. Todo.
Lo peor: No la recomendaría a personas poco versadas en la historia de la realeza inglesa. Las relaciones por sangre y matrimonio entre los muchos personajes, que además repiten nombres, no es facil de seguir sin información extra.
Conclusión: Una de las cumbres del teatro shakespereano. Imprescindible para muchos. 

jueves, 20 de octubre de 2022

Actores y libros


Entonces... Escribí una entrada muy inspirada sobre la novela El etrusco de Mika Waltari, pero un error estúpido me hizo borrarla. Primera vez que olvido guardar una copia de seguridad de un escrito y sucede esto. No tengo fuerzas ni tiempo para volver a escribirlo todo, así que va una publicación improvisada. 

Y aprovecho de compartir esta foto
que me encanta.

Está de moda la idea de que leer es sexy. En realidad no lo es. Leer es importante, útil y necesario. También es divertido y enriquecedor. Sin embargo, no podemos negar que las personas atractivas e interesantes lo parecen incluso más cuando se acercan a un libro. El aura de intelectualidad asociada a la lectura aumenta ese "algo" que ya poseen, poniéndonos a salivar de la impresión. 
Como amante del cine, he visto muchas imágenes de actores y actrices que admiro leyendo libros o junto a una biblioteca. Son actores cuyas películas me entregan emoción, diversión y arte; algunos también despiertan ciertas "sensaciones" en mí y a otros simplemente los amo. Y, como bonus, también conectan con mi lado leedor. ¿Qué más necesito para seguir interesada en ellos? 
Esta es una recopilación de imágenes "lectoras" de algunos actores y actrices que admiro. Hay otros que hubiera querido incluir, pero no encontré ninguna foto lo bastante buena. 

Buster Keaton

Lars Hanson 

Conrad Veidt

Vivien Leigh

Henry Fonda

Gregory Peck

Sophia Loren 

Anthony Perkins

Jeanne Moreau

Catherine Deneuve

Emmanuelle Riva

David Bowie

Isabelle Adjani

Sarah Michelle Gellar

Alan Rickman

Viggo Mortensen 

Nicole Kidman

Hugo Weaving

Joaquin Phoenix

Cillian Murphy


jueves, 6 de octubre de 2022

El diablo estaba enfermo (Bruce Elliot - Cuento completo)


Habían transcurrido evos desde que un paciente violento de verdad atravesó por la fuerza el umbral del Asilo de Cuerdos. Había pasado tanto tiempo, que el ojo del observador ya no se detenía para leer las palabras fundidas en el duradero cristometal que figuraba en la entrada. Antaño un desafío a lo desconocido, el tiempo las había convertido en una frase típica: "Un malvado no es más que un héroe enfermo". La autenticidad de tal divisa era probada, ya no merecía consideración. Pero las palabras permanecieron allí hasta el día en el que Acleptos tomó el cincel para cambiar dos de ellas.
Todo comenzó porque hallar un tema inédito para una tesis se había hecho más difícil que graduarse. Acleptos descubrió, después de ardua investigación, tres temas que creyó podrían ser aceptados por la Máquina como originales.
Tragó saliva al presentar la lista al ojo omnisciente del computador. Decía: 

Sedimento activado y qué hacían los antiguos con él. La Caída de la democracia y por qué se produjo. Diablos, demonios y demonología.

La Máquina contestó casi al punto: 
-En el año 4357 Jac Bard escribió la última palabra sobre sedimento activado. Doscientos años más tarde el último elemento desconocido con relación a la caída de la democracia fue analizado detalladamente por el historiador Hermios.
Hubo una breve pausa. Acleptos contuvo la respiración. Si el último había sido ya estudiado, necesitaría otros veinte años de trabajo para hallar más posibles temas. La Máquina respondió: 
-Hay dos aspectos de los demonios que hasta ahora nadie me ha propuesto. Consiste en si son reales o imaginarios, y si son reales, lo qué son. Si son imaginarios, cómo se producen. 


Acleptos sintió que su interior se inundaba de una nueva vida y esperanza. Enderezó sus hombros y se alejó de la Máquina. Por fin, después de tantos años tenía una oportunidad. Por supuesto -y el pensamiento le hizo dudar-, por supuesto, era probable que no consiguiera arrojar nueva luz sobre tal problema. Pero ya disponía de algo con qué trabajar. Los años pasados en las enormes bibliotecas, y todo el trabajo efectuado en casi todos los campos del saber humano, habían producido al fin algún resultado.
Una década atrás, la última vez que presentó una lista a la Máquina, había creído encontrar un tema cuando descubrió referencias, en la sala de documentos antiguos, sobre alguien conocido bajo el nombre de Dios. Lo que le había llamado la atención había sido la letra "D" mayúscula aplicada al nombre. Pero la Máquina le había proporcionado una gran cantidad de detalles sobre aquel tema, terminando con un texto escrito hacía unos mil años y en el que se demostraba la inexistencia de tal ser. Esta tesis, así creía la Máquina, había acabado con todas las futuras especulaciones sobre el tema.
Por simple curiosidad, Acleptos había comprobado la referencia y se mostró conforme como siempre, con el dictamen de la Máquina.
Había sido en verdad un golpe de genio pensar en la antítesis de Dios, decidió Acleptos sonriendo para sí. Ahora podría seguir adelante. Realizaría sus investigaciones, se graduaría, y entonces ya no habría nada que le detuviese. Podría abandonar la Tierra y dar su próximo paso. Echó la cabeza hacia atrás para contemplar las estrellas. Aquel era el camino a seguir. Se permanecía atado a la Tierra hasta efectuar alguna investigación original, pero una vez terminada el derecho autorizaba emigrar adonde se quisiera.
Había un planeta más allá de Alfa y Centauro, que ella había elegido. Y le había prometido esperarle por mucho tiempo que pasara. Acleptos nunca se sintió tan deprimido en su vida como el día que la Máquina aprobó la tesis de ella. Durante largo tiempo tuvo la impresión de haberla perdido para siempre. Pero ahora los años ya no parecían interminables. Su investigación había dado resultado.

Ella.

Silbando alegremente penetró en el archivo y comenzó a trabajar. Oprimiendo el botón que mostraba las letras d-i-a y d-e-m-o, esperó a que el intrincado sistema de relés ejecutase su función. Con un suave zumbido resbalaron por el tubo neumático los carretes adecuados.
Tres semanas más tarde decidió que poseía más conocimientos sobre diablos, demonios, y otras bestias de piernas largas que vagan durante la noche, que cualquier otro habitante de la Tierra. Acleptos movió la cabeza pensativo. ¡Pensar que el hombre había descendido tan bajo como para creer en tales cosas!
Se vio obligado a trabajar horas extraordinarias en la máquina de traducir. Todo cuanto había encontrado estaba escrito en latín. ¡Y pensar, también, que durante todos sus años de estudio jamás había oído hablar de aquella lengua!
¡Qué basura! Acleptos se indignaba al descubrir la existencia de una época en la que el homo sapiens había creído en tales tonterías. Increíble, pero aquello ocurrió muchísimos años antes.
Se encogió de hombros. Llegó el momento de ponerse a trabajar sobre el problema básico. 


Su más íntimo amigo, Ttom, entró en el laboratorio de investigación. Ni siquiera le había hecho una visita. ¡Ni tampoco le había comunicado su éxito!
-¿Qué?
Ttom examinó de una ojeada la impecable estancia verde. Sobre la mesa de cristal, un cocodrilo disecado le miraba fijamente. Descansando contra su escamosa piel había vasijas de vidrio de diferentes formas y rodeaban al saurio cajas, bandejas con polvillo. Sobre la pared una máquina del tiempo anunció:
-Esta noche habrá luna llena, y...
 Acleptos la apagó.
-¡Llegas oportunamente! -exclamó con alegría.
-¿Para qué?
Tras esta pregunta el rostro de Ttom se sonrojó como el de un niño y exclamó a continuación:
-¡Lo has conseguido! ¡Has encontrado un tema! ¡Acleptos, me alegro tanto!
-Gracias.
Y acto seguido Acleptos se vio obligado a preguntar a su vez:
-¿Y tú?
-Todavía nada.
Pero Ttom se sentía demasiado contento por el éxito de su amigo que volvió a preguntar:
-¿Y se puede saber qué has encontrado?
-Diablos y demonios -respondió Acleptos, iniciando de nuevo la mezcla de unos cuantos polvos.
-¿Qué es eso?
-Una superstición primitiva. Mi trabajo consiste en averiguar si fueron reales o sólo una palabra para designar a los malvados o enfermos, o lo que los antiguos denominaban con estas palabras.
-¿Cómo piensas hacerlo? ¿Qué son todas esas cosas que tienes ahí? -preguntó Ttom, señalando los objetos que había sobre la mesa.
-Voy a seguir las fórmulas anotadas en unos viejos manuscritos y observar qué sucede.
Acleptos había trabajado mucho para reunir todos los extraños objetos que el manuscrito mencionaba. Y miró hacia la mesa y vio que tenía cuanto necesitaba. Aquella misma noche, con la luna llena. 
-Muchos elementos intervienen en el proceso de conjurar demonios. Si quieres esperar, quizá lo encuentres interesante.
-Naturalmente. No tengo nada que hacer. Pensé que había tropezado con algo nuevo, y lo de siempre, alguien se me había adelantado ya. Acleptos, ¿qué sucederá cuando ya no queden más campos de saber humano, cuando no haya temas que tratar, ni nada sobre lo que escribir?
-¡Yo me hacía esa misma pregunta hasta que descubrí a los demonios! Pero creo que eso tardará en ocurrir y que la Máquina habrá tomado ya sus medidas.
-Estoy empezando a creer que ya ha llegado el momento. Acleptos, ¡eres el único que ha encontrado un tema en cinco años!
Y al pronunciar estas últimas palabras, Ttom trató de esconder una nota de amargura.
-Sé lo que diría la Máquina, Ttom -le respondió Acleptos-. Diría que si yo he descubierto un tema también puedes hacerlo tú.
Al tiempo que hablaba, Acleptos vertió un líquido rojo en una probeta y luego añadió cierta cantidad de polvillo violeta.
Ttom gruñó:
-Supongo que tienes razón. Sin embargo, olvidemos mis problemas. ¿Qué sucede ahora?
-Nada hasta la medianoche. Cuando la luna esté llena, pronunciaré ciertas palabras, encenderé estas cosas que hay aquí -en el manuscrito las llaman velas- y aguardaré la aparición de un diablo o un demonio.
Ambos se echaron a reír.
A medianoche, todavía sonriente, Ttom, tomó asiento al borde de un dibujo peculiar que Acleptos había trazado en el suelo. Se llamaba pentáculo. Acleptos había colocado una vela negra en cada uno de sus ángulos. También había quemado ciertos productos químicos, pronunciando unas frases que Ttom ni siquiera trató de entender.
Al principio fue divertido. A medida que pasaba el tiempo, los dos hombres se impacientaron. Nada sucedía. Acleptos dejó de pronunciar sus extrañas frases y dijo:
-Bien, ya conozco la respuesta a la primera pregunta de la Máquina. Los demonios son imaginarios y no reales.
Y entonces fue cuando sucedió.
Se extendió por la estancia un olor mucho más intenso que el de los productos químicos. Luego se produjo una especie de gris luminosidad cerca del dibujo trazado en el suelo.
Acleptos gritó:
-¡Ttom, lo olvidé! Los antiguos libros dicen que es preciso permanecer dentro del pentáculo para protegerse de lo que sea.
Poniéndose en pie de un salto, Ttom se acercó precipitadamente al pentáculo. Pero antes de lograrlo, la cosa se había hecho ya sólida. Alzó sus cerrados párpados y cuando sus ojos se fijaron en él, vio tanta malevolencia concentrada en aquella mirada que Ttom sintió algo que jamás había experimentado antes. Sólo gracias a sus numerosas y variadas lecturas supo que tal sensación se denominaba antiguamente miedo.
La cosa dijo:
-Por fin.


Hasta su voz era enervante. Acleptos estaba aturdido. Había realizado el experimento porque era el sistema lógico de investigación, pero nunca imaginó que tal experimento llegase a tener éxito.
La cosa se frotó unos extraños dedos que mostraban muchas falanges, y dijo:
-Miles de años esperando en la oscuridad la llamada que nunca llegaba. Al principio creí que Él había vencido, pero entonces yo habría dejado de existir.
Encogió sus escamosos hombros y abrió más los ojos rojizos. Eran fascinantes. Las extrañas pupilas cambiaban constantemente de color. Miró primero a Acleptos y luego a Ttom y dijo:
-Así que nada ha cambiado. Los adeptos y el sacrificio, como siempre -La cosa cloqueó en un terrible estertor. Luego añadió mirando a Acleptos-: ¿Qué recompensa deseas a cambio?
La cosa no esperó respuesta. Volvió a frotarse los largos dedos. El sonido resultante fue lo único que se oyó en la estancia. La cosa miró a Acleptos y dijo:
-Ya veo, nada ha cambiado. Una mujer. Muy bien, aquí está.
La cosa hizo una serie de gestos en el aire y antes de que Acleptos pudiese aclarar la garganta para negar, ella ya estaba allí. Parecía atemorizada. Sus cabellos eran lo más hermoso que Acleptos hubiese visto en su vida. Y también su cuerpo. Estaba desnuda, como él había imaginado, puesto que el planeta elegido por ella era cálido. Pero no había vergüenza en su actitud, sólo temor.
-¡Envíala de nuevo allí! ¿Cómo te atreves a arrastrarla por el espacio interestelar? ¡Estúpido! ¡Podías haberla matado!
Acleptos ya no temía la cosa. El único pánico que experimentaba era por su amada.


La mujer desapareció con la misma rapidez que se había presentado. La cosa gruñó:
-No sabía que la amabas. Creí que era únicamente el sexo lo que deseabas. ¿Acaso quieres oro? Todos codician oro.
Y una vez más hizo extraños gestos en el aire.
Acleptos comprendió que la situación se estaba haciendo ridícula. Aclaró la garganta y dijo:
-¡Basta!
La cosa se detuvo en su trabajo, y de ser capaz de exteriorizar alguna emoción, ésta habría sido la sorpresa. Luego preguntó:
-¿Ahora qué? ¿Cómo conseguiré oro para ti si me interrumpes?
Acleptos estaba indignado. La indignación al igual que el temor que la había precedido, era una nueva emoción para él. Respondió:
-No te muevas. Soy el amo y tú el esclavo.
Aquellas palabras estaban en las indicaciones que había leído. Ignoraba el significado de ambas palabras, pero el libro ponía mucho énfasis en ellas.
La cosa mantuvo inmóvil su cabeza, pero sus ojos observaron con deseo el cuerpo de Ttom.
Dominando su nueva emoción, Acleptos dijo:
-No pareces comprender. No deseo oro.
Ttom dijo:
-Recuerdo esa palabra en mis lecturas. Los antiguos solían cambiarlo por plomo o por algún metal valioso que fuera parecido.
Acleptos prosiguió:
-Y, desde luego, no quiero que ella regrese de Alfa Centauro.
-¡Poder! -exclamó la cosa sonriendo-. Eso nunca falla. Cuando son demasiado viejos para el sexo y demasiado ricos para el oro, siempre desean poder.
Y sus manos comenzaron a moverse nuevamente.
-¡Alto! -gritó Acleptos por primera vez en su vida. La cosa se paralizó.
Acleptos indicó:
-No hagas eso otra vez. ¡Me molesta! No quiero poder y no me digas lo que es porque no me interesa. Ahora, no te muevas de ahí y contesta algunas preguntas.
La cosa pareció encogerse un poco, y preguntó casi con timidez:
-Pero, ¿para qué me has llamado? Si no quieres nada de mí, tampoco puedo aceptar nada de ti.
La cosa abrió los ojos y los clavó en Ttom, mientras con la punta de la lengua humedecía sus escamosos labios.
-Quiero alguna información. ¿Cuánto tiempo viven los demonios?
-¿Vivir? Siempre, por supuesto.
-¿Y cuál es su función?
-Tentar al hombre para apartarle de la senda del bien.
Las palabras surgían velozmente de labios de la cosa, pero Acleptos no acababa de entenderlas del todo. Sin embargo, quedaban grabadas para volver a escucharlas más tarde y darles algún sentido.
-¿Por qué desean hacer eso? -interrogó Acleptos.
El demonio le miró como si dudase de su estado mental. Respondió:
-Para que el hombre disponga libremente de su voluntad, desde luego. Debe escoger entre el bien y el mal.
-¿Qué significan esas palabras, el bien y el mal?
El demonio tomó asiento sobre sus talones sin prestar la menor atención a las espuelas que se hundían en sus propias posaderas. Volvió a contestar:
-Todos estos años sentado en la oscuridad, y que ahora me llamen para esto -Agitó la cabeza y de pronto pareció adoptar una especie de decisión. Se puso en pie y luego, se lanzó sobre Ttom.
Acleptos alzó el arma especial y oprimió el botón. La extraña criatura se paralizó de modo instantáneo para caer al suelo boca abajo.
Ttom tragó saliva y dijo:
-Creí que nunca ibas a usarla. Llamaré al Asilo de Cuerdos para que se lleven a esta pobre criatura enferma.
Asintiendo con un movimiento de cabeza, Acleptos dijo:
-Esto es mucho más interesante de lo que había supuesto.
Luego tomó asiento, pensativo, hasta que llegó el ambu-bus. Era la primera llamada urgente que el Asilo recibía desde hacía un siglo, pero los dispositivos funcionaron perfectamente.
Ttom y Acleptos observaron cómo los robots recogían a la cosa y la alzaban en sus brazos de metal. Después les siguieron hasta que colocaron la cosa en el ambu-bus, que partió velozmente hacia el Asilo.
A medio camino, Acleptos habló por primera vez:
-¿Te das cuenta de la ironía que hay en todo esto? -preguntó.
-¿A qué te refieres?
Ttom todavía contemplaba a la cosa, que yacía como si estuviese muerta.
-Los diablos, ¿te das cuenta de lo que son? No son más que seres con otra dimensión. De alguna manera, en alguna época, un ser humano, en épocas muy remotas, utilizó las matemáticas, para superar la barrera de las dimensiones. Sin saber qué hacía, envuelto en plena superstición, pensó que los sortilegios constituían una llamada, cuando el dibujo, el calor de las velas y las palabras misteriosas, se combinan en una clave que abría esa otra dimensión.
-Bien, parece razonable. ¿Dónde está la ironía? -Acleptos parecía a punto de llorar. Respondió:
-¿No comprendes? La humanidad luchaba por salir de las tinieblas, cuando siempre sus hermanos ignorados e inmortales podían conquistar el espacio simplemente colocando sus manos en el punto preciso. El hombre, ciego por sus creencias supersticiosas, fue incapaz de aprender nada de estos "diablos". Pero la peor ironía es que los "diablos" no podían ayudar al hombre porque eran deficientes mentales.
Ttom asintió con un movimiento de cabeza.
-Una raza casi imbécil y de talento increíble vivía cerca de nosotros y nunca lo supimos. La Máquina tiene razón. Tenemos mucho que aprender. Me equivocaba cuando dije que todo era ya conocido.
Tal vez el arma usada no se hallaba a punto o el diablo poseía formidables poderes de recuperación, pero el caso es que al apearse del ambu-bus la extraña criatura despertó. Empezó a gritar, cuando los robots intentaron que traspasase el umbral del Asilo de Cuerdos.
Se debatió de tal manera que incluso las cintas de metal que animaban a los robots se tensaron. Acleptos vio como las manos de la criatura comenzaban a moverse como antes.
Gritó a los androides que le retenían:
-¡Sujeten sus manos!
Las manos metálicas se plegaron sobre los largos dedos que se retorcían y la cosa dejó de luchar. Se abrió una puerta y uno de los doctores le dirigió hacia ellos. Dijo:
-¿Qué es eso?
Mientras Acleptos se lo explicaba, Ttom pasó un dedo suavemente sobre las palabras que formaban la divisa de la puerta. Veía las palabras, sus dedos las sentían, pero las había visto demasiadas veces. No quedaron grabadas en su mente.
Cuando Acleptos terminó, el doctor dijo:
-Entiendo. Bien, lo arreglaremos inmediatamente. ¡Será curioso hacer recuperar el sentido común a otra criatura dimensional!
 Acleptos preguntó:
-¿Cree usted que está enfermo o que se trata de un estúpido?
El doctor sonrió.
-Enfermo. Estoy seguro. Ningún ser sano se hubiese comportado de ese modo. ¿Le gustaría verlo?
-Desde luego. Siento un gran interés -Acleptos tomó por un brazo a Ttom y añadió:
-Imagínate, si logramos curarle, significará la comunicación con toda una raza de criaturas. ¿No es maravilloso?
-Acleptos -murmuró Ttom con tono preocupado-, hay algo que no hemos tenido en cuenta. En todas mis lecturas, en todos los datos de que disponemos sobre el universo y sus extrañas criaturas, nunca hallé nada referente a la inmortalidad. ¿Has pensado en esto?
-Naturalmente, pero eso es otra prueba de la razón que tiene la Máquina al asegurar que no lo conocemos todo. ¡Es tan emocionante! Me cuesta trabajo esperar a contárselo. ¿No será una sorpresa para ella saber que no fue un sueño su presencia en mi laboratorio, sino que realmente estuvo allí, atravesando el espacio y el tiempo junto a una criatura enferma que ha vivido siempre?
En la sala de operaciones no había escalpelos, esponjas, ni grapas. El doctor extendió a la cosa sobre la mesa. Los androides la sostuvieron por las manos.
El doctor tomó un instrumento. Una luz intermitente surgió de sus lentes en forma de S. El doctor bañó la cosa con la luz y luego dijo:
-Sólo será un momento. Es decir, si da resultado. De lo contrario habrá que tomar otras muchas medidas.
Súbitamente su voz se quebró. Acleptos retrocedió de la mesa hasta que su espalda tocó la pared. Ttom abrió la boca, asombrado. Únicamente los robots permanecieron impasibles.
Pues la cosa estaba cambiando. En los lugares donde llegaba la luz caían las escamas.
El doctor ordenó a los robots:
-¡Déjenlo libre!
Al hacerlo así la criatura se alzó en todo su esplendor. Una luz dorada iluminaba su dulce rostro. Se acercó hasta la ventana y la sonrisa que esbozaron sus labios era como una despedida. Subió un momento al alféizar y se detuvo unos segundos antes de extender unas enormes alas blancas.
Luego murmuró:
-Pax vobiscum.
Las alas se agitaron y se fue, envuelto en serenidad.
Ésa fue la razón de que Acleptos cambiara las palabras de la divisa que campeaba en la entrada del Asilo de Cuerdos. Ahora decían: 

Un diablo no es más que un ángel enfermo.
 
La Máquina se ha detenido, por supuesto. Su razón de ser y su fuerza era la infalibilidad. Y estaba equivocada sobre la tesis relativa a la existencia de Dios con una D mayúscula.


jueves, 15 de septiembre de 2022

8 novelas chilenas para septiembre


En Chile, septiembre es el mes de la patria. Las 
fiestas nacionales llenan los corazones chilenos de amor y respeto hacia el país y cuanto le identifique. Es el mes perfecto para leer una novela nacional. 
Reconozco haber leído pocas novelas chilenas. Sí, soy chilena y lectora, pero si tuviera una lista de novelas leídas, las chilenas no serían muchas. He leído varias de menos de 100 páginas, algo de teatro, muchos cuentos, y unos tantos poemas chilenos, pero pocas novelas largas, así que recomendar alguna no es fácil para mí. Buscando arduamente en mi biblioteca y en Internet encontré algunas que deseo compartir.
Primeramente pensaba diseñar una lista de diez novelas largas recomendables, pero habiendo leído pocas, decidí incluir aquellas que al menos tengan más de 80 páginas. 
Así que aquí están mis recomendaciones de lecturas para septiembre, ordenadas de manera cronológica. ¡Felices Fiestas Patrias, Chile!


1) El loco Estero (Alberto Blest Gana, 1906)
Amor y dinero se cruzan en esta obra a la vez moralizante, pícara, costumbrista e histórica del padre de la novela chilena. Usando como centro al ex capitán del ejército pipiolo (liberal) don Julián Estero, encarcelado en su propia casa debido a las acusaciones infundadas de su hermana, el autor presenta personajes y situaciones llenos de dinamismo y emoción.  
La ambientación está muy lograda, así como la representación de costumbres típicas del país en la primera mitad del siglo XIX: Paseos por la calle principal, dormir la siesta, elevar volantines... Un clásico a descubrir. 



2) Alsino (Pedro Prado, 1920)
Rompiendo con el naturalismo y el criollismo predominantes en la novelística hispanoamericana de su tiempo, Prado nos regala una obra de profundo lirismo y belleza; una admirable visión, casi un sueño, de búsqueda espiritual y estética. 
Alsino, el niño campesino que ansía volar y acaba obteniendo alas y perdiéndolas, es un reflejo maravilloso del anhelo de hermosura, magia y poesía que toda persona debiera tener incluso si no dura. El choque inevitable con la cruel realidad es devastador, pero sólo engrandece la belleza del sueño de Alsino. Imprescindible para los soñadores; hiperrealistas mejor abstenerse.  



3) Humo hacia el sur (Marta Brunet, 1946)
Una de las grandes obras de la novelística social chilena. A través de varios personajes de distinto estrato social, la autora va presentando la rutinaria y estrecha vida de un ficticio pueblo sureño propiedad de una adinerada familia. 
El extenso y rico vocabulario de Brunet describe en forma maravillosa el paisaje y clima del sur de Chile, con sus neblinas y lluvias interminables, así como la personalidad y psicología de los habitantes del pueblo. La avara y amargada doña Batilde es una verdadera pesadilla que no se olvida. Mi favorita de la gran autora. 



4) Gran señor y rajadiablos (Eduardo Barrios, 1948)
Con el hermoso y elegante tono que le es tan característico, Barrios narra la vida de un rico hacendado que impone su palabra y ley. Las ruindades y noblezas de este hombre de látigo y caballo, dueño de tierras y gentes, amo y señor absoluto de su entorno, son también las del hombre que doblegó la tierra chilena hasta convertirla en el "Chile fértil" que es hoy. 
Tirano y padre, líder y amante, el señor feudal José Pedro Valverde refleja una realidad histórica y geográfica común a toda hispanoamerica. Lectura obligada. 



5) Hijo de ladrón (Manuel Rojas, 1951)
Obra cumbre de su autor y una de las mejores novelas chilenas del siglo XX. Su entonces novedoso uso del racconto y el monólogo interno sorprendió y confundió al público. Ladrones, obreros y pescadores cruzan las páginas de este libro a ratos desquiciante, donde un joven de 16 años, uno de tantos marginados por la pobreza, narra su lucha por sobrevivir tras la temprana pérdida de su familia. Rojas utiliza una prosa de estructura majestuosa que hace fascinante la desventura de Aniceto Hevia así como su propia personalidad. 
Hijo de ladrón fue traducida a varios idiomas, incluyendo japonés, sueco, letón y ruso, así que no hay excusa para no leerla. 



6) La vida simplemente (Óscar Castro, 1951)
Emotivo y a la vez sórdido relato realista sobre un niño de diez años que descubre abruptamente las dificultades, dolores y crudezas de la vida en un miserable pueblo minero. El lenguaje directo y melancólico irradia una curiosa mezcla de poesía y rudeza que transforma lo decadente en grandioso, conmoviendo en más de una forma. 
Obra amarga y oscura con tintes de dulzura y luz, destaco personalmente las historias de las mujeres del pueblo, prostitutas, madres y obreras. Muy recomendable. 



7) Dónde estás, Constanza (José Luis Rosasco, 1980)
La historia de un primer amor, con todo su hermoso ridículo romanticismo y trivialidad; el comienzo de la madurez y el brusco despertar a una realidad frustrante e inalterable. Rosasco nos lleva al Santiago de los años 50, donde el contraste entre dos familias, los Corsaglia y los Klicker, sirve para exponer maravillosamente las diferencias entre "cuicos" y "rotos"; entre sueño y realidad; entre preadolescencia y madurez. 
Sencilla, evocadora y a ratos cómica, cuenta con personajes entrañables y simpáticos, aunque algo desperfilados. Constanza es un enigma que nunca se revela del todo. Novela imprescindible para la juventud chilena.



8) El arte de la resurrección (Hernán Rivera Letelier, 2010)
Divertidísima biografía novelada del llamado Cristo de Elqui, aquí un vagabundo que imagina ser Jesucristo. Predicando por Chile oye de Magalena, prostituta de una oficina salitrera y devota de la Virgen del Carmen a quien decide convertir en su discípula. 
Cruce de crónica histórica y social con realismo mágico, la novela posee momentos dramáticos y descabellados que hacen de ella una comedia negra muy original e imposible de ignorar. 



Bonus:

Zurzulita (Mariano Latorre, 1920)
Esta novela de ambiente campesino me fue recomendada cuando comenzaba a hacer el listado. Hasta ahora sólo he podido leer el prólogo, aunque ya me tiene interesada.