En Chile, septiembre es el mes de la patria. Las fiestas nacionales llenan los corazones chilenos de amor y respeto hacia el país y cuanto le identifique. Es el mes perfecto para leer una novela nacional.
Reconozco haber leído pocas novelas chilenas. Sí, soy chilena y lectora, pero si tuviera una lista de novelas leídas, las chilenas no serían muchas. He leído varias de menos de 100 páginas, algo de teatro, muchos cuentos, y unos tantos poemas chilenos, pero pocas novelas largas, así que recomendar alguna no es fácil para mí. Buscando arduamente en mi biblioteca y en Internet encontré algunas que deseo compartir.
Primeramente pensaba diseñar una lista de diez novelas largas recomendables, pero habiendo leído pocas, decidí incluir aquellas que al menos tengan más de 80 páginas.
Así que aquí están mis recomendaciones de lecturas para septiembre, ordenadas de manera cronológica. ¡Felices Fiestas Patrias, Chile!
1) El loco Estero (Alberto Blest Gana, 1906)
Amor y dinero se cruzan en esta obra a la vez moralizante, pícara, costumbrista e histórica del padre de la novela chilena. Usando como centro al ex capitán del ejército pipiolo (liberal) don Julián Estero, encarcelado en su propia casa debido a las acusaciones infundadas de su hermana, el autor presenta personajes y situaciones llenos de dinamismo y emoción.
La ambientación está muy lograda, así como la representación de costumbres típicas del país en la primera mitad del siglo XIX: Paseos por la calle principal, dormir la siesta, elevar volantines... Un clásico a descubrir.
2) Alsino (Pedro Prado, 1920)
Rompiendo con el naturalismo y el criollismo predominantes en la novelística hispanoamericana de su tiempo, Prado nos regala una obra de profundo lirismo y belleza; una admirable visión, casi un sueño, de búsqueda espiritual y estética.
Alsino, el niño campesino que ansía volar y acaba obteniendo alas y perdiéndolas, es un reflejo maravilloso del anhelo de hermosura, magia y poesía que toda persona debiera tener incluso si no dura. El choque inevitable con la cruel realidad es devastador, pero sólo engrandece la belleza del sueño de Alsino. Imprescindible para los soñadores; hiperrealistas mejor abstenerse.
3) Humo hacia el sur (Marta Brunet, 1946)
Una de las grandes obras de la novelística social chilena. A través de varios personajes de distinto estrato social, la autora va presentando la rutinaria y estrecha vida de un ficticio pueblo sureño propiedad de una adinerada familia.
El extenso y rico vocabulario de Brunet describe en forma maravillosa el paisaje y clima del sur de Chile, con sus neblinas y lluvias interminables, así como la personalidad y psicología de los habitantes del pueblo. La avara y amargada doña Batilde es una verdadera pesadilla que no se olvida. Mi favorita de la gran autora.
4) Gran señor y rajadiablos (Eduardo Barrios, 1948)
Con el hermoso y elegante tono que le es tan característico, Barrios narra la vida de un rico hacendado que impone su palabra y ley. Las ruindades y noblezas de este hombre de látigo y caballo, dueño de tierras y gentes, amo y señor absoluto de su entorno, son también las del hombre que doblegó la tierra chilena hasta convertirla en el "Chile fértil" que es hoy.
Tirano y padre, líder y amante, el señor feudal José Pedro Valverde refleja una realidad histórica y geográfica común a toda hispanoamerica. Lectura obligada.
5) Hijo de ladrón (Manuel Rojas, 1951)
Obra cumbre de su autor y una de las mejores novelas chilenas del siglo XX. Su entonces novedoso uso del racconto y el monólogo interno sorprendió y confundió al público. Ladrones, obreros y pescadores cruzan las páginas de este libro a ratos desquiciante, donde un joven de 16 años, uno de tantos marginados por la pobreza, narra su lucha por sobrevivir tras la temprana pérdida de su familia. Rojas utiliza una prosa de estructura majestuosa que hace fascinante la desventura de Aniceto Hevia así como su propia personalidad.
Hijo de ladrón fue traducida a varios idiomas, incluyendo japonés, sueco, letón y ruso, así que no hay excusa para no leerla.
Hijo de ladrón fue traducida a varios idiomas, incluyendo japonés, sueco, letón y ruso, así que no hay excusa para no leerla.
6) La vida simplemente (Óscar Castro, 1951)
Emotivo y a la vez sórdido relato realista sobre un niño de diez años que descubre abruptamente las dificultades, dolores y crudezas de la vida en un miserable pueblo minero. El lenguaje directo y melancólico irradia una curiosa mezcla de poesía y rudeza que transforma lo decadente en grandioso, conmoviendo en más de una forma.
Obra amarga y oscura con tintes de dulzura y luz, destaco personalmente las historias de las mujeres del pueblo, prostitutas, madres y obreras. Muy recomendable.
7) Dónde estás, Constanza (José Luis Rosasco, 1980)
La historia de un primer amor, con todo su hermoso ridículo romanticismo y trivialidad; el comienzo de la madurez y el brusco despertar a una realidad frustrante e inalterable. Rosasco nos lleva al Santiago de los años 50, donde el contraste entre dos familias, los Corsaglia y los Klicker, sirve para exponer maravillosamente las diferencias entre "cuicos" y "rotos"; entre sueño y realidad; entre preadolescencia y madurez.
Sencilla, evocadora y a ratos cómica, cuenta con personajes entrañables y simpáticos, aunque algo desperfilados. Constanza es un enigma que nunca se revela del todo. Novela imprescindible para la juventud chilena.
8) El arte de la resurrección (Hernán Rivera Letelier, 2010)
Divertidísima biografía novelada del llamado Cristo de Elqui, aquí un vagabundo que imagina ser Jesucristo. Predicando por Chile oye de Magalena, prostituta de una oficina salitrera y devota de la Virgen del Carmen a quien decide convertir en su discípula.
Cruce de crónica histórica y social con realismo mágico, la novela posee momentos dramáticos y descabellados que hacen de ella una comedia negra muy original e imposible de ignorar.
Zurzulita (Mariano Latorre, 1920)
Esta novela de ambiente campesino me fue recomendada cuando comenzaba a hacer el listado. Hasta ahora sólo he podido leer el prólogo, aunque ya me tiene interesada.
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