Esta pequeña gran novela es una de las obras más reconocidas de la literatura chilena del siglo XX. Fue publicada en 1915 y agotó la primera edición en menos de dos semanas, alcanzando rápida popularidad y consagrando a su autor. Desde entonces no ha dejado de reeditarse y leerse; es lectura obligatoria en muchas escuelas chilenas.
En su momento El niño que enloqueció de amor suscitó un cierto escándalo por la osadía de su argumento, aunque recibió el aprecio y elogio de los poetas. Gabriela Mistral fue una de sus grandes admiradoras; tras su lectura inició una amistad epistolar con el autor, al que acabó llamando "hermano Eduardo".
Resumen
La obra está escrita como el diario de vida de un niño anónimo. Comienza relatando su admiración y cariño hacia Carlos Romeral, amigo de su madre viuda, quien le cuenta de su diario. El niño decide entonces llevar un diario de vida para hablar de Angélica, joven amiga de su madre por la que siente un amor apasionado y obsesivo. Angélica, por supuesto, nunca es consciente del alcance de tal amor, y por lo mismo desata la ira y desesperación del niño cuando empieza a verse con un hombre llamado Jorge. La tragedia se concreta en una comida en casa de Angélica, donde es besada por Jorge ante la vista del celoso niño.
El niño protagonista es un personaje doloroso y conmovedor, miembro de una familia disfuncional: Su padre está muerto, su madre no lo comprende, su abuela lo desprecia y sus hermanos no lo quieren. La madre y la abuela discuten respecto a la crianza del niño sin llegar a ponerse de acuerdo; los hermanos se burlan de él. Esto lo lleva a un aislamiento donde puede ahondar en fantasías sobre Angélica, acrecentando su pasión y minando su salud física y emocional.
La única persona que parece preocuparse razonablemente por él es Carlos Romeral. El autor nunca lo dice de forma directa, sin embargo lo expone con bastante claridad: Carlos Romeral tuvo un amorío con la joven viuda; él es el verdadero padre del niño. Pero Carlos está casado y aunque se preocupa por su hijo, no puede dedicarle tanto tiempo como quisiera. El niño, ignorante de su condición de bastardo, siente la frialdad y el silencio circundante, y se refugia en su amor desesperado que lo llevará a la locura y la muerte.
El niño que enloqueció de amor es una novela dolorosa, delicada, elegante y desgarradora. Su prosa fina y poética destila un romanticismo dulce y devastador; la ilusión y tristeza emanada de sus páginas no deja indiferente. Sentí la soledad e impotencia del niño ante aquel sentimiento prematuro e imposible de apartar o sobrellevar. Me impactó el horror de su final. Lloré las veces que la leí.
Sobre Carlos Romeral:
''Es el hombre más inteligente que conozco. Como que cuando él habla, todos le escuchan y le encuentran razón. Yo, sobre todo, le encuentro razón siempre. Dice cosas que uno siente. No se habrá fijado uno mucho en esas cosas, pero las ha sentido y son la pura verdad. Esta noche me ha dicho que a la oración, junto con las golondrinas, pasan volando las campanadas de la iglesia. Y es cierto, pasan volando.''
Sobre la abuela:
''Por eso dice mi abuela (…) que me tiene lástima. Más le tengo yo a ella, que tiene las manos llenas de venas y la cara color tierra seca y los labios blancos y los dientes amarillos, y que ni siquiera sabe tocar el piano como mi mamá, y no hace sino pelear con los sirvientes.''
''Se llama Jorge; y es buenmozo; pero muy cargante, el tipo. Ese modo de decir «señorita Angélica». ¡Imbécil! A ella no le gusta, creo yo. Y cómo le va a gustar, también, con esa cabeza chica y esos ojos redondos y ese bigote como escobilla de dientes... No, no es feo... Pero no le gusta, porque yo se lo pregunté y ella me dijo que no. ¿Y para qué me iba a engañar?, vamos a ver.''
''Los atardeceres son todos melancólicos en los cuartos de los enfermos; pero mi memoria conserva el de aquella estancia, como una llaga en carne viva, siempre irritada y sangrante. Una insufrible congoja me oprime aún al recordar la penumbra en que todos nos desdibujábamos como espectros, la ventanita en alto por donde se veía un trozo de cielo azul gris y asomaba de rato en roto un volantín silencioso, la lívida pincelada del lecho sobre el cual erguíase borroso el busto del loquito que hablaba sin cesar, borboteando un monólogo exasperante.''
Elogio poético de Daniel de la Vega
Muchacho de ojos grandes y profundos,
que entre las brumas de tu amanecer,
con los primeros sueños vagabundos
ya sentiste pasar una mujer...
En esta tarde mansa y evangélica
el alma ya está loca de soñar...
Hay un recuerdo pálido de Angélica
y un deseo tan hondo de llorar...
Es una de esas tardes que tú viste.
Pronto el crepúsculo se abatirá.
Tú estás conmigo, dulcemente triste,
y Angélica parece que se va...
Tarde, campanas, pena y armonía,
ternura de una cosa que pasó,
silenciosa y fugaz melancolía
de lo que pudo hablarse y no se habló…
Mansa melancolía indefinible
que en el alma dormida despertó
la callada visión de la Imposible
que pasó a nuestro lado y no nos vio...
¿Alguien se fue?... De la ilusión difunta
despierta una inquietud, un no sé qué;
y aunque nadie responde a la pregunta,
bien sabe el corazón que alguien se fue.
Lo mejor: El maravilloso estilo y lenguaje poético.
Lo peor: Siempre he creído que si el amigo de Carlos hubiera mostrado el diario al encontrarlo, el niño podría haberse salvado. Me molesta un poco que no pasara.
Conclusión: Lectura imprescindible de la narrativa chilena y una de las obras más bellas y tristes que he leído jamás. La recomiendo a los románticos.
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